del verano,
llegó
y tu partirás…»
El final del verano siempre me trae tristeza. Aunque cada vez menos. Es como si se muriera algo por dentro. Como si te arrancaran un pedacito de ti y sintieras un vacío por dentro que duele. Cuando era pequeño esta sensación era aún mas intensa. Los veranos que pasaba en el pueblo con mis primos, con mis tíos y con mis abuelos eran muy especiales. Largos y hermosos veranos que transcurrían muy rápido. Y los amores de verano. Sensaciones con fecha de caducidad esperando un nuevo verano. El viaje de vuelta de vacaciones ocultando las lágrimas en el asiento de atrás del coche de mi padre donde los sentimientos no acababan. Mil imagenes en un segundo. Demasiados veranos, demasiados momentos como para acordarme de todos: Los veranos en «las nacio», jugar a guadias y ladrones, partidos de fútbol, minivanes de colores. Las interminables partidas a la taba, el monopoly y el pocker en la playa. Verano azul, el pop, Pozoblanco y Puebla de la Reina. Un maravilloso verano en Hedaya, verano en Logroño, tu último verano.
Ahora prefiero el invierno.