La basura de mi barrio no es como la de los demás barrios. No es que no sea basura.
Es basura y huele igual de mal que las demás basuras. La diferencia está en la cantidad de
objetos pseudo nuevos o averiados que se tiran.
Utensilios, aparatos, ropa y mobiliario, objetos de quita y pon, consumismo, objetos de temporada. Hace tiempo que me había percatado de ello, pero
ahora que han quitado los contenedores se percibe de una manera más intensa.
Siempre he tenido una relación especial con la basura. Una especie de paranoia obsesiva que hace que no pueda dejar de fijarme en ella. Y aunque hace tiempo que me limito a mirar, en ella he ido encontrado valiosos objetos que me han sido de gran utilidad en cada una de las etapas de mi vida. Valiosos para mi, claro. Objetos, juguetes, libros, aparatos… Nuestro primer amplificador de guitarra lo encontramos Jonnhy y yo en la basura. ¿ O fue solo Jonnhy? Estaba estropeado. Lo llevamos a arreglar. Duramos con él una larga temporada.
En el barrio de mi infancia todo era diferente y en la basura apenas se encontraba nada. Era un barrio viejo, y la media de edad era más alta. Se aprovechaba todo al máximo. No se tiraba nada. Todo se arreglaba.
Se puede saber el estatus social de un barrio tan solo por su basura. Una sensación parecida a cuando paseas por el cementerio entre tumbas, nichos y panteones. Tenemos la costumbre de dejar constancia del estatus social al que pertenecemos como sello de identidad por allá por donde pasamos. Incluso cuando estamos muertos. ¿Que clase social tendrá el alma?